domingo, 18 de noviembre de 2007

¿Y Julio Ruelas?

Si de revisar en los recovecos de los artistas olvidados se trata, se encontrará en esas sombras lúgubres, junto a una mujer desnuda con cola de escorpión, a Julio Ruelas.
Feliz como la pareja que camina al lado de la muerte, quien los apunta con una escopeta
Golpeado con el látigo de la sensualidad mientras monta un cerdo desapasionado
Arinconado como un Sócrates domado por una feliz prostituta.
Sediento como Jesucristo en el seno de María de Magdala.
Único como su olvido, corriente como todos sus vicios
Muerto como su cuerpo, maldito como su trazo
Simbolista, modernista, surrealista
Muerte, mujer, exceso
Incompredido
común

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PERFUME CORDOBES


A mis argentinas


Me inserto en el DF con el perfume de otra ciudad, pienso en los habitantes de aquel lugar donde nació mi nostalgia, en lo semáforos comunes que detiene la carrera hacia la hora de la cita, a las señales luminosas de precaución que ya nadie observa, a los rostros de individuos abstraídos en su destino (misterioso pero aburrido).
Cuando al pisar un paso cebra aspiro el perfume de esa otra ciudad, aquella rodeada de edificios rojos de ocho pisos, de Plaza San Martín, Chacabuco y San Jerónimo no dejo de sonreír, mirar al cielo y creer que permanezco dividida en dos ciudades.
Vuelvo a mirar al cielo. El sonido de un motor, el sol ardiendo en mis ojos, la silueta de un avión y el recuerdo de una mañana de aterrizaje me regalan una lágrima.
Comienzo a imaginar el próximo aéreopuerto cuyos retratos en las paredes no sean abrazos de adiós ni razas mezcladas entre maletas y boletos en mano con prisa. Veo un lugar con hombres y mujeres sin naciones, de ojos de la forma de la Tierra y piel color humano, en donde no haya puertas de salida o entrada, y quienes las busquen encuentren el idioma común, un esperanto funcional, construido de las vocales más primitivas, parecidas a aquellas que me acercan todos los días a vivir en dos ciudades simultáneamente
Por eso, cuando quiero burlarme de la realidad aprieto el frasco del perfume cordobés, dejo que las gotas caigan sobre mi pecho y me contagien de memorias imperecederas, mientras mi cuerpo transita día a día en el DF con ganas de vivir el verdadero presente.