lunes, 29 de octubre de 2007

ELECCIONES ARGENTINAS

Ya nos enteramos por estos rumbos que Argentina se une a los pocos países con una mujer al frente del gobierno, no sé si felicitarlos o no, por una parte sí por no permitir que la ultraderecha avance en latinoamérica, pero la verdad no sé bien cómo anden las cosas por allá, su primera (creo q fue la primera) experiencia con una mujer no les fue muy bien, pero bueno Isabel Perón no fue elegida por el pueblo, esta vez Cristina arrasó!!! Ojalá luego me platiquen q onda con las elecciones y con las espectativas de los argentinos, y más adelante su cumplimiento.

Acá en México seguimos siendo unos pendejos en cuestión de política, no pudimos contrarestar de alguna manera el fraude del partido ultraderechista, lo criticamos y decimos que no es nuestro gobierno pero le seguimos la corriente, como si decir que es ilegítimo hiciera desaparecer a los 70 millones de pobres, la injusticia y las tomadas de pelo. Lo último es que el próximo año subiran los precios de todo porque subirá la gasolina y además se pondrá en marcha el Tratado de Libre Comercio en productos agrícolas, o sea que entrarán productos yanquis de pésima calidad (transgénicos de seguro) pero más baratos, la gente los comprará y los productos mexicanos, con el tiempo, desaparecerán y con ellos los campesinos.. así estamos de jodidos.

Les deseo un buen gobierno...

martes, 23 de octubre de 2007

Para-Sitio I

10. Metro Zapata

(o El cuasirobo del tomo 7 de “Para leer de boleto en el metro”)


Preámbulo

Hace unos cuantos meses al traspasar los torniquetes del metro Zapata recibí en mis manos una publicación de cuentos y poesías de autores nacionales. La chica me explicó la mecánica: debía regresarlo para que otros pasajeros lo leyeran.
Me agradó la idea de leer alguna historia mientras llegaba a Eugenia, transportarme a otra realidad me parecía atrapar el tiempo que perdía en transportarme físicamente de un lugar a otro.
Nunca regresé la publicación con el ingenioso título de “Leer de Boleto en el Metro”. Yo, como toda zorra sin experiencia en la astucia, creía que me les aventajaba, aunque mi intensión siempre fue devolverlo, quién sabe cuándo, algo en mí no deseaba hacerlo.

De-ambulo

10 am. Metro Zapata. Ciudad de México. La mañana parece tranquila, los usuarios anónimos, hormigas con complexión de roedores, se deslizan con fluidez por los pasillos del centro comercial subterráneo, no hay fila en la taquilla ni algún otro signo de alerta. La conversación con mi hermano resulta, como siempre, agradable, al igual que los silencios intercalados en nuestro pausado andar. Días antes me había comentado que vivir en la ciudad de México me ha dado un semblante de felicidad y tranquilidad, y asentí.
Aquí se ve de todo: gente llorando, desmayados, predicadoras histéricas, autodestructores, niños de cinco años fingiendo estar sangrando, recién operados exhibiendo su herida para crear compasión o asco, malos escuchas que hablan solos, etcétera. Asentó.
Pasamos la taquilla, entramos a los andenes y yo pensaba en cómo iba a zacear mi sed con un delicioso vaso de jugo boing en casa de mi prima cuando llegáramos. Pero mi hermoso pensamiento fue interrumpido por un dedo índice que señalaba al andén de enfrente, a donde mi mirada se dirigió y dio justo a los pies salientes de un fresco cadáver trajeado y dos pares de zapatos de policías parados junto a él.
Sólo me faltaba ver un muerto. Pero no lo vi per se, lo único que alcancé a ver fueron unos pies inmóviles y mi mirada se desvió a la gente -inapetente hasta del morbo- parada cerca de la escena esperando el siguiente tren para llegar a su destino.
Me recorrió un escalofrío tibio, sin espanto o temor, simplemente tibio. No creo en lo que no puedo comprobar, y vaya que hay múltiples maneras de comprobar la existencia de ciertas cosas del mundo, ya sea por medio de la experiencia de los sentidos o de la razón. Por eso no creo en los fantasmas o “espíritus”, aunque debo de aceptar que de vez en cuanto les tengo miedo.
Ese escalofrío tibio devino de la idea de que la muerte (me la imagino del tipo de Bergman) y yo coincidimos en tiempo y espacio lo necesario como para verle su sombra, pero no tanto como para verle el rostro.
Llegó el tren y nos fuimos de ahí. Medité sobre la posibilidad de pisar algún otro día el lugar exacto donde estaba el cadáver.
Claro, horas después pensé en el hombre muerto, pero no me compadecí, quizá se lo merecía, quizá no. Uno nunca sabe qué crímenes acarrean algunos. De todas maneras no muchas personas merecen morir en un anden de metro y ser el espectáculo inoportuno de las 10 de la mañana.

Pos-ámbulo

Mañana entregaré la publicación de cuentos y poesía. Como dije antes, creía que tenerla en mi casa me iba a servir y que yo iba a ser la ventajosa, pero espero que el metro y yo hagamos un trato. Le devuelvo sus historias de ficción a cambio de que me devuelva la pintura rosada y gozada con la que coloreaba mis aventuras en sus pasillos del metro.

PERFUME CORDOBES


A mis argentinas


Me inserto en el DF con el perfume de otra ciudad, pienso en los habitantes de aquel lugar donde nació mi nostalgia, en lo semáforos comunes que detiene la carrera hacia la hora de la cita, a las señales luminosas de precaución que ya nadie observa, a los rostros de individuos abstraídos en su destino (misterioso pero aburrido).
Cuando al pisar un paso cebra aspiro el perfume de esa otra ciudad, aquella rodeada de edificios rojos de ocho pisos, de Plaza San Martín, Chacabuco y San Jerónimo no dejo de sonreír, mirar al cielo y creer que permanezco dividida en dos ciudades.
Vuelvo a mirar al cielo. El sonido de un motor, el sol ardiendo en mis ojos, la silueta de un avión y el recuerdo de una mañana de aterrizaje me regalan una lágrima.
Comienzo a imaginar el próximo aéreopuerto cuyos retratos en las paredes no sean abrazos de adiós ni razas mezcladas entre maletas y boletos en mano con prisa. Veo un lugar con hombres y mujeres sin naciones, de ojos de la forma de la Tierra y piel color humano, en donde no haya puertas de salida o entrada, y quienes las busquen encuentren el idioma común, un esperanto funcional, construido de las vocales más primitivas, parecidas a aquellas que me acercan todos los días a vivir en dos ciudades simultáneamente
Por eso, cuando quiero burlarme de la realidad aprieto el frasco del perfume cordobés, dejo que las gotas caigan sobre mi pecho y me contagien de memorias imperecederas, mientras mi cuerpo transita día a día en el DF con ganas de vivir el verdadero presente.